viernes, 2 de octubre de 2009

AQUELLOS AÑOS

AQUELLOS AÑOS


Mirando atrás, noto un aire caliente que me recorre toda la espalda, que me hacer sentir débil, melancólico, rendido al recuerdo de la ternura; del cariño, de un pasado lleno de amor, que ha sido tan duradero como nuestras almas han tenido la fuerza de permanecer unidas, por las alianzas más estrechas, de los pasadizos eternos del edén.

Me doy cuenta de todo lo vivido, y aunque parece que fue ayer, lo dos notamos que no, que no es así, ya que mirando retratos antiguos, podemos observar como van haciendo mellas en nosotros los latigazos del tiempo. Esos latigazos, que han sido en ocasiones tan fuertes, como el bravío oleaje de poniente rompiendo sobre las piedras del “este”. Esas cicatrices, que van marcando a las personas, que van convirtiendo el dolor más insoportable, en el devenir de todos los días, en un sentimiento constante que no cambia, invulnerable al paso del tiempo, irresistible a pesar de los cambios sufridos, vividos y marcado en cada hoja caída del árbol de la sabiduría.

Por eso, no quiero verte derramar lágrimas, no quiero que estés tristes pensando en lo que pudo ser y nunca será, piensa que en ningún lugar del mundo se vivirá una historia de amor como la nuestra, que nadie jamás sabrá lo que es amar sin dar ni recibir nada a cambio, que todo momento expirado queda clavado en las memorias del olvido, que sin ti, mi vida no hubiera sido nada, que sin mi, tu vida, hubiera sido otra, quizás más feliz, quizás más eterna, pero nunca habrías tenido la oportunidad de conocer todas las figuras geométricas que proporciona el querer, todos los movimientos arrítmicos del soñar despierto, la posibilidad de abrazar y decir un fuerte te quiero, mientras te susurran al oído versos desnudos de un Neruda, que inclinaría su cabeza al saber lo bueno y lo bien, que en nuestros corazones han conseguido aquellas palabras de un tiempo aún no tan lejano.


Ahora doy el primer paso, el del adiós, el no volver a mirar atrás, la posibilidad de tener un futuro que a día de hoy no tengo, la ilusión de cumplir algunos de mis sueños, la posibilidad de encontrar parte de aquella felicidad que te entregué cuando era sólo un niño, con la transparencia de haber puesto mi más anhelado regalo encima de la mesa para no perderla, la crónica de una despedida anunciada desde los comienzos, el no haberme cansado de repetirte te quiero, con el paso de los años.

Nos veremos, tarde o temprano, sino en esta vida, en otra que aún no ha llegado, pero que siempre recuerdes, que al joven que conociste y se hizo adulto a tu lado, siempre llevará consigo el orgullo, de haberte amado.

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